BIENAVENTURADOS

BIENAVENTURADOS

El Evangelio de San Mateo está escrito para comunidades judeo-cristianas. Es decir, aquellos que siendo de religión judía, creyeron en Jesús como el Mesías de Dios. San Mateo realza la figura de Jesús sobre Moisés. Su evangelio nos presenta a Jesús como un nuevo “moisés” pero superior a él en todo. Encontramos 5 largos “discursos” de Jesús que quieren emular los 5 libros del Pentateuco supuestamente escritos por Moisés y de esta forma dejar claro que con Jesús se supera la antigua Ley. Hoy leemos el primero de estos discursos, que por ser primero tiene la cualidad de ser programático y nuclear. Es el más importante. La nueva Ley.

El domingo pasado escuchábamos que Jesús anunciaba el “Reino de Dios”. Hoy se nos descubren las “leyes” de ese Reino y quiénes son sus ciudadanos.

Moisés subió al monte Sinaí, para recibir de Dios las tablas de la Ley que contenían el código que iba a regular el comportamiento del Pueblo de Dios y también el compromiso de Dios de ser el protector de aquel pueblo, justamente porque era “su pueblo”. Moisés recibe las tablas de Otro y las recibe como “súbdito” o alguien infinitamente inferior al dador de las Tablas.

Jesús sube al monte (lo llamamos de las Bienaventuranzas) acompañado de gente, y SE SIENTA. Él es “el Señor”. Y sentado dicta el contenido de “La nueva Ley” del Reino de Dios al que están invitados a entrar en él, gente de todas las naciones. El Sermón del Monte va a hacer una proclama que romperá fronteras de estirpe y nación.

Las bienaventuranzas nacen del corazón creyente de Jesús. Ha quedado claro en los primeros capítulos de este evangelio de San Mateo, que Jesús vive para Dios y vive desde Dios. Sus primeras palabras fueron “es necesario que cumplamos toda Justicia”; y eso significaba que en todo momento había que cumplir la Voluntad de Dios. Dios es el primer referente de su vida; un Dios que descubre como PADRE misericordioso. No se pueden entender las bienaventuranzas sin tener en cuenta esta “prioridad” en el corazón de Jesús. El sermón del monte no habla del “escucha Israel” pero lo supone y refrenda. Del corazón del Padre por medio de Jesús nacen las bienaventuranzas.

Jesús trae una buena noticia: que Dios ha decidido entrar de lleno en la historia de los hombres, haciendo de esa historia, una Historia de Salvación. De esa gesta de Dios nace esa felicitación desbordante: BIENAVENTURADOS. Felices, vosotros. Enhorabuena. Hemos de pararnos un poco en esta felicitación. Es hoy cuando se nos dice a todos nosotros “felicidades”. Realmente ¿entramos en el gozo de nuestro Señor cuando oímos esta proclamación? No podemos seguir escuchando el evangelio si realmente no acogemos con sorpresa nueva esta aclamación y felicitación. No podemos seguir diciendo: “Esto ya me lo sé”. No es cuestión de “saber” sino de “sabor”. Saborear de nuevo la gran noticia que nos trae Jesús o que es Jesús.

Bienaventurados los POBRES EN EL ESPÍRITU porque de ellos es el Reino de los Cielos. Primer choque o aldabonazo. Primera sorpresa. Los pobres son bienaventurados. Nosotros llamamos bienaventurados a los ricos. Soñamos con ser ricos. Las revistas, llamadas del corazón, nos muestran ejemplares de la vida alegre y divertida. ¿Qué querrá decir Jesús con la palabra “Pobres”?

Jesús “bebe” de la Escritura y particularmente de los Profetas. Sofonías en 2,3  dice “Buscad a Dios, vosotros todos, humildes de la tierra”. Humildes y pobres, en hebreo son los anawin de Dios; los pobres de Yahvé. Son los oprimidos, los débiles, los pequeños, los necesitados. Y ellos y para ellos reclaman los profetas la Justicia de Dios.

Jesús no bendice la pobreza. Jesús se decanta y se pone al lado de los “pobres” porque son maltratados y oprimidos. Esa es la realidad social. Dios está del lado de ellos y reclama o pide Justicia para ellos, para todos. Pero reclama ese derecho desde los pobres y a su lado. En el Reino de Dios los bienes de la tierra son de todos y para todos. No puede haber opresores y oprimidos.

Además, Jesús incide o no olvida el ser pobre de Yahvé. Aquellos que están pendientes de la mano de su Señor. Son aquellos que tienen corazón abierto a Dios. Aquellos que se dejan hacer por Dios en su vida o que la ponen en sus manos. Se saben barro en manos del alfarero y dejan a Dios que haga en sus vidas aquello que le plazca, sabiendo que están en buenas manos, en las manos de un Padre que ha dado pruebas de amarlos o amarnos sin medida. Pobre es el obediente a la voluntad de Dios y ahí está el primer obediente que es Cristo. De la abundancia del corazón habla la boca. Jesús está hablando “en primera persona”. Él es el que vive la realidad de esa bienaventuranza.

Me gusta la traducción de “pobres en el Espíritu”. La traducción, pobres de espíritu, ha dado lugar a muy malas interpretaciones a lo largo de la historia. Pobre en el Espíritu es aquel que se sabe obra del Espíritu, que nos es regalado desde su fuente que es el Padre. Vivimos en el Espíritu de Jesucristo.

Esta bienaventuranza y las otras 3 siguientes apuntan a la interioridad del corazón del hombre. Los Mansos, los que lloran y los que tienen hambre y sed de Justicia son el desglosamiento de la primera bienaventuranza. Mansos son los humildes que se saben que no son el centro del mundo. Su centro es Dios y por lo tanto los otros son hermanos mayores para él. El manso se pone al servicio de los demás desde el mismo amor de Dios que en él y ellos se hace fraterno. Llorar y tener hambre y sed de justicia, es desear ardientemente que acontezca el Reino o reinado de Dios y por tanto que se haga la voluntad de Dios en toda su amplitud y en todos los lugres de la tierra. Que triunfe también la justicia y el derecho.

Las otras 4 bienaventuranzas son el afloramiento o florecimiento en medio del mundo, de la interioridad señalada en las primeras bienaventuranzas. El creyente, trabajará por la paz y la justicia, será perseguido por esta causa, ejercerá misericordia con todos y será limpio de corazón. Dirá sí en aquello que sea sí; y no, en aquello que sea no. No tendrá doblez y trabajará por la causa del Reino sin ser parcial. O mejor llevando adelante la “parcialidad” de Dios que está al lado de los “pobres” para gritar por ellos e invitar a la conversión de los corazones.

De estas cosas se hablará más adelante, porque el sermón del monte no termina con las bienaventuranzas. Continuará siendo proclamado los siguientes domingos, puesto que ocupa los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio. Antes o después, sería bueno que nos tomáramos media hora para leer de seguido estos 3 capítulos y dejar que resuenen en nuestro corazón para que se vaya formateando al son de las bienaventuranzas.

  1. Gonzalo Arnáiz Álvarez, scj.
Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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