Diario de Voluntariado Dehoniano: Mozambique

Diario de Voluntariado Dehoniano: Mozambique

Marta y Jonathan son dos jóvenes que este verano han decidido vivir un verano diferente, un verano de entrega y compromiso hacia los más necesitados. Así ha decidido marchar este mes de agosto como voluntarios a Mozambique. Hoy nos cuentan su testimonio de cómo está siendo la experiencia, y qué les está aportando.

“Una vez cumplida nuestra primera semana de la experiencia, cada vez sentimos que formamos más parte de la comunidad. Esto lo podemos ver, en situaciones que repetimos y en las que ya sabemos como actuar, por ejemplo, acudir a comunidades los domingos a celebrar misa. Aquí tienen una forma distinta de darla, y como el primer domingo ya acudimos a una, nos sabíamos los rituales y qué hacer y qué no en cada momento en la misa a la que acudimos este último domingo. Esta misa, estaba a media hora de nuestra casa y en el lugar más bonito en el que hemos estado en nuestras vidas. En medio de la jungla y rodeados de gente de todas las edades alucinada al vernos, llegamos a una pequeña iglesia llena de gente recibiéndonos con danzas y cánticos. Al terminar la misa, nos invitaron a comer y, además, como ofrenda al Padre Sandro, muy querido por cierto en todas las comunidades a las que hemos asistido, nos acompañó una gallina en el coche, que es un tesoro para ellos. Esto se puede ver en cosas como que, a la hora de comer ese mismo día, nosotros comíamos una variedad de comidas típicas del país, en una mesa junto con algunos otros miembros de la iglesia, y que, en unos bancos de alrededor, otros comían arroz con judías. Se puede ver que la carne es algo especial para ellos y que no se come todos los días.

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Teníamos algo de consciencia de que en estos países la tasa de natalidad era muy alta y que apenas había conocimiento de las medidas necesarias que hay que tomar para tener relaciones, pero aquí realmente lo hemos podido ver en vivo y en directo. En el centro nutricional, tenemos que pasar lista a los niños y algo que nos ha impactado, es que la mayoría de los niños tienen varios hermanos, algunos llegan hasta tener cinco. Lo impactante no es el número de hermanos, sino la inconsciencia de los padres para tener a tantos hijos sabiendo que no pueden sostenerlos. Porque, al fin y al cabo, esto es un centro nutricional para niños desnutridos.

Se puede ver el atraso cultural que existe en el país con factores como el maltrato que sufren los animales. Los perros por ejemplo aquí son simples animales salvajes y en nuestros países son animales domésticos. A la hora de construir casas podemos indagar en la cultura doméstica de la gente y por lo tanto, comparar sus comportamientos con respecto a los nuestros. Hoy construyendo en una aldea hemos podido ver que un pequeño cachorro estaba vagabundeando por la aldea, y la gente le rechazaba y maltrataba como al resto de perros que hemos visto. Hemos intentado comportarnos de una forma cariñosa con el cachorro para enseñar a la gente y sobre todo a los niños que es un animal dócil y cariñoso.

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Esta segunda semana nos ha servido para habituarnos a nuestra rutina dentro de la comunidad y a las labores que realizamos como misioneros. Estos días comentábamos lo cómodos que nos sentimos con la hospitalidad de los padres, que han hecho de la suya nuestra casa y, además, los pocos reparos que nos provoca madrugar tanto para la misa matinal y la oración de la tarde —algo que a todos nos asustaba un poco—.

En relación a las actividades que estamos realizando, tenemos mucha suerte de tener tanta variedad y agradecer al Padre Sandro la relativa libertad que nos da para valorar qué podemos hacer cada día. Hablando anoche con él nos dijo algo muy interesante y que ya empezábamos a entender: lo importante no es venir aquí y hacer “mucho”, porque mucho no podemos hacer. Creo que hablamos por todos cuando decimos que antes de llegar aquí creíamos que con todas las cosas que traíamos para los niños y nuestras infinitas ganas de esforzarnos por “mejorar” un poco su vida. Es una utopía. Sólo somos seis personas, que no hemos hecho esto antes, que desconocemos su cultura, que no tenemos pulseras o camisetas para todos, que nos falta tiempo para atender a todos y cada uno de los niños que se nos acercan… Como decía el Padre Sandro y como estábamos aprendiendo con el paso de los días, lo importante es venir aquí y aprender, conocer y difundir. Por ello, no nos paramos a valorar el número de casas que estamos ayudando a construir para los más desfavorecidos, los detalles que damos a cada niño, el número de platos de comida que servimos en el centro nutricional o las el tiempo que pasamos con los chicos del seminario jugando al fútbol; sobre todo, valoramos cómo vivían esas personas a quienes estamos ayudando dando un techo, la suerte que tuvimos de ser niños allí donde nacimos y que nos pudieran dar todo lo que quisimos, la actitud de esos “crianças” que sólo comen un plato de comida y una pieza de fruta al día —que a veces no alcanzan para todos y nos parte el alma decir al siguiente de la fila que no hay una naranja para él—y aun así se pasan el día jugando quemando esa energía o lo agradecidos que son esos futuros padres del seminario por el mero hecho de ir uno o dos días a la semana a visitarlos y jugar un rato al fútbol con ellos.

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En ese sentido, otra lección que creemos que nos está dando la vida aquí es el tema del racismo. Somos “brancos” y estamos orgullosos de ello, al igual que lo están los negros de serlo. Pasear por este país es escuchar cada dos pasos “¡branco!”. Eh, y siempre con una sonrisa, una mano en alto o un pulgar hacia arriba, nunca con ánimo de ofender; todo lo contrario, de mostrarnos su hospitalidad. Somos “lo diferente”, la novedad; como lo eran ellos cuando empezaron a llegar a países como el nuestro. Sin embargo, nosotros no fuimos ni tan humildes ni tan hospitalarios. Ni blanco ni negro son un insulto, si la actitud hacia unos y otros. Ni unos vienen a robar ni otros venimos a dominar y ellos en eso están más avanzamos que nosotros.

Por último, otras de esas cosas que estamos aprendiendo es lo importante que es, hoy en día, internet. Este sería otro país con el acceso a la información que tenemos en los países desarrollados. El otro día, comprando maderas para las palhotas que estamos construyendo, un hombre nos hablaba de lo felices que son en su tierra, pues no les falta de nada. Tienen abundante agua —aunque no sistemas para purificarla o retenerla después de fuertes lluvias—, red eléctrica propia más o menos expandida e innumerables plantaciones de frutos y cereales. Este hombre, como muchos otros, desconoce de lo que sería capaz este país teniendo toda la información a su alcance: los peligros de graves enfermedades que acaban con la vida de cientos de personas, sistemas de cultivo más avanzamos, otro tipo de arquitectura, etc. Pasa a ser internet, por tanto, un derecho universal como la luz o el agua”.

Marta y Jonathan

scjdehonianos
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