Infancia del Padre Dehon (II)

Infancia del Padre Dehon (II)

Continuamos con una segunda entrega de la Infancia del P. Dehon con motivo del 175 aniversario de su nacimiento. Publicamos otro texto, donde se habla de la madre de nuestro fundador, extraído de la obra “León Dehon y su mensaje”, de Giuseppe Manzoni, scj, editado en España por Gráficas Dehon en 1995 y traducido por el P. Ignacio Mª Belda, scj.

 

Leon Dehon, G. Manzoni, scj

Capítulo 1: Infancia en La Capelle

“LA BELLA ALMA DE MI MADRE”

El padre, Julio Alejandro Dehon era un hombre honrado, de buen carácter, respetuoso con la religión, aunque no era practicante.

La madre de León Dehon, Adela Estefanía Vandelet, familiarmente llamada Fanny, era una mujer de carácter dulce y muy piadosa. Había recibido una óptima educación en el internado de Charleville (Ardenas) de las Damas de la Providencia, que luego se unieron a las del Sagrado Corazón de Santa Sofía Barat. Su libro de oración preferido era el Manuel du Sacré Coeur (Manual del Sagrado Corazón. Sus educadoras provenían de la aristocracia belga.

Durante un tiempo pensó abrazar la vida religiosa; mas la enfermedad y la muerte de su madre le impusieron otros deberes. Después del matrimonio de su hermana mayor, la dirección de la casa pasó enteramente a sus manos, hasta que se unió en matrimonio con Julio Alejandro Dehon el 24 de octubre de 1836, en Nouvion-en-Thiérache, su pueblo. Julio tenía algo más de 22 años y Fanny casi 24. Tres hijos alegraron su matrimonio: León que, como hemos dicho, murió a los 4 años; Enrique, nacido el 15 de septiembre de 1839 y nuestro León Gustavo.

En La Capelle, la señora Dehon era el alma de las obras de beneficencia. Había fundado y sostenido durante 30 años la Obra San José, una organización de caridad para las señoras de La Capelle.

El P. Dehon, evocando su muerte, que fue el 19 de marzo de 1883, escribe en las Memorias: “Su vida ha sido una vida de trabajo, de piedad y de virtud. Verdadera mujer fuerte, era la primera de en levantarse y gobernaba maravillosamente la casa. Siempre fue dulce y paciente. Demostraba una gran dignidad. Era una verdadera matrona cristiana… Era de una admirable fidelidad a sus prácticas de piedad”.

“Mi madre, sigue escribiendo León Dehon, emerge en mis lejanos recuerdos. No me separaba nunca de ella. Mientras mi hermano Enrique iba y venía con mi padre y participaba de sus gustos por el cultivo de los campos y por los caballos, yo quedaba en casa y seguía a mi madre paso a paso”.

 

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