PAZ EN EL MUNDO

PAZ EN EL MUNDO

El proyecto celebrativo-catequético que anualmente se va desgranando cada domingo, en este domingo 28 se toca la tecla del agradecimiento. El domingo pasado se nos decía que no presentásemos factura a Dios por nuestros méritos, porque en realidad no los tenemos. Con San Agustín hemos de aprender que nuestros “méritos” son en realidad “dones” suyos.

Hoy se nos quiere enseñar a ser agradecidos. Saber agradecer estos dones que el Señor nos da.

El profeta Eliseo, enseña a Naamán, el sirio, primero, a descubrir que Dios es grande en todas partes. Que el Dios de Israel, un pueblo insignificante, es más fuerte que los “dioses” sirios. Trabajosamente descubre que debe agradecer a Dios el don de su curación y no a ningún otro. Eliseo es solo un intermediario que sabe dar a Dios lo que es de Dios.

Parecido sucede con los 10 leprosos del evangelio. Los 10 tienen una fe inicial en Jesús, pero una vez recibido el don de la curación, solo uno vuelve a dar gracias y recibe el don de la salvación. Un don mayor que el de la curación. Quien sabe ser agradecido es un samaritano.  Dios no hace acepción de personas. Quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. El mensaje del evangelio se va haciendo universal y puede ser llevado hasta los confines del mundo.

Descubrir lo dones que Dios nos da y ser agradecidos es también un don y tarea para nosotros. Podemos pensar en los dones de cada día. Luz, calor, vida, estudio, trabajo, familia, amigos. Sobre todo, el don de la fe y del bautismo; el don del perdón y de su misericordia con nosotros. El gran regalo que nos hace entregándonos a su Hijo con el que nos llegan todas las bendiciones.

Como veis hoy voy rapidísimo porque hay momentos fuertes que deben interrumpir el relato preestablecido que no puede prever los acontecimientos de la historia en un momento dado. Y creo que estamos en un momento crucial de nuestra historia y en nuestra vida; y en nuestra eucaristía dominical no puede estar oculto o en sordina. Me estoy refiriendo a la situación mundial ante la guerra Rusia contra Ucrania. Una situación dramática que puede serlo aún mayor para toda la humanidad. Y es necesario traer esto a colación en nuestra oración dominical. No quisiera llegar tarde y que los acontecimientos nos atrapen y superen. Cualquier día puede ser tremendo. El Papa, el domingo pasado, en el “ángelus” en vez de comentar el evangelio de ese día, hizo una proclama o quizás un “grito” en favor de la paz y del cese de las guerras. Creo que son palabras acertadas, ecuánimes a la vez que duras y exigentes. Pienso que deben ser proclamadas, leídas y meditadas. A Pio XXII le achacaron que no había hablado claro sobre el nacismo. A Francisco no se le podrá acusar de eso. Pone nombre y apellidos en su acusación y proclama. Cada uno tenemos nuestra parte de respuesta, si bien la más clara la deben dar los responsables políticos de este desastre. Me atrevo a transcribir literalmente lo dicho por el Papa. Hagan uso de ello, si lo creen conveniente.

 

UCRANIA Y EL PAPA  (2-10-2022) a la hora del ángelus.

Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El curso de la guerra en Ucrania se ha vuelto tan grave, devastador y amenazador que es motivo de gran preocupación. Por eso hoy quisiera dedicarle toda la reflexión antes del Ángelus. De hecho, esta terrible e inconcebible herida de la humanidad, en vez de cicatrizarse, sigue sangrando cada vez más, con el riesgo de agrandarse.

Me afligen los ríos de sangre y lágrimas derramados en los últimos meses. Me duelen las miles de víctimas, especialmente niños, y las numerosas destrucciones, que han dejado a muchas personas y familias sin casa y amenazan con el frío y el hambre a vastos territorios. ¡Ciertas acciones no pueden ser justificadas nunca, nunca! Es angustiante que el mundo esté aprendiendo la geografía de Ucrania a través de nombres como Bucha, Irpín, Mariúpol, Izium, Zaporiyia y otras ciudades, que se han convertido en lugares de sufrimiento y miedo indescriptibles. ¿Y qué decir del hecho de que la humanidad se enfrenta una vez más a la amenaza atómica? Es absurdo.

¿Qué más tiene que pasar? ¿Cuánta sangre debe correr aún para que entendamos que la guerra nunca es una solución, sino solo destrucción? En nombre de Dios y en nombre del sentido de humanidad que habita en cada corazón, renuevo mi llamamiento para que se llegue inmediatamente a un alto el fuego. Que callen las armas y se busquen las condiciones para iniciar negociaciones capaces de conducir a soluciones no impuestas por la fuerza, sino consensuadas, justas y estables. Y serán tales si se fundan en el respeto del sacrosanto valor de la vida humana, así como de la soberanía e integridad territorial de cada país, como también de los derechos de las minorías y de sus legítimas preocupaciones.

Deploro vivamente la grave situación que se ha creado en los últimos días, con nuevas acciones contrarias a los principios del derecho internacional. De hecho, aumenta el riesgo de una escalada nuclear, hasta el punto de que hacen temer consecuencias incontrolables y catastróficas a nivel mundial.

Mi llamamiento se dirige ante todo al Presidente de la Federación Rusa, suplicándole que detenga, también por amor a su pueblo, esta espiral de violencia y muerte. Por otro lado, entristecido por el inmenso sufrimiento de la población ucraniana tras la agresión sufrida, dirijo un llamamiento igualmente confiado al Presidente de Ucrania para que esté abierto a serias propuestas de paz. A todos los protagonistas de la vida internacional y a los líderes políticos de las naciones, les pido insistentemente que hagan todo lo que esté a su alcance para poner fin a la guerra en curso, sin dejarse arrastrar en escaladas peligrosas, y que promuevan y apoyen iniciativas de diálogo. ¡Por favor, hagamos posible que las jóvenes generaciones respiren el aire saludable de la paz, no el aire contaminado de la guerra, que es una locura! Tras de siete meses de hostilidades, se recurra a todas las herramientas diplomáticas, incluso las que hasta ahora no se han utilizado, para poner fin a esta terrible tragedia. ¡La guerra en sí misma es un error y un horror! Confiamos en la misericordia de Dios, que puede cambiar los corazones, y en la maternal intercesión de la Reina de la Paz, Nuestra Señora del Rosario de Pompeya.

+ Hasta aquí las palabras del Papa. Nos toca hacer oración por LA PAZ. En nuestros corazones podemos hacer resonar la oración atribuida a San Francisco de Asís: Señor, haznos instrumentos de tu paz. Sepamos poner “amor” allí donde falte.

Gonzalo Arnaiz Alvarez scj
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