El P. Antonio García Rogado celebró su primera Eucaristía en Villoria

El P. Antonio García Rogado celebró su primera Eucaristía en Villoria

El pasado 14 de abril celebramos en Alba de Tormes la Ordenación Sacerdotal de Antonio García Rogado, un acto en el que este joven estuvo arropado por toda la Familia Dehoniana.

Al día siguiente celebró su primera Eucaristía en la Iglesia Parroquial de San Pedro en Villoria, el pueblo que lo vio crecer, del que guarda muy buenos recuerdos, y donde reside su familia. Ese día también estuvo rodeado de familiares y religiosos Dehonianos, como es el P. José Luis Munilla, Superior Provincial, y el P. Valentín Pérez, Superior Local de Alba de Tormes y Maestro de Novicios.

A continuación, reproducimos la primera homilía de Antonio García Rogado en este día.

“Gracias a Dios por esta celebración y por este don que hoy vivimos en la Iglesia Parroquial de San Pedro, en Villoria.

Espero no ponerme muy nervioso y no alargarme mucho.   

La celebración de hoy es especial, bienvenidos todos, vecinos de Villoria, familiares, amigos, hermanos de congregación, religiosos y sacerdotes, autoridades y todos los que por motivos de fe y alegría estamos aquí para recordar de forma significativa la entrega y el servicio que realizan unas personas por otras, haciendo memoria de la entrega de Jesús de Nazaret. 

Ahora mismo tengo la sensación de sentirme un poquito cómo Jesús, cuando sus vecinos le decían: «¿No es este el hijo del carpintero?, ¿No se llama su mamá María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿Acaso no están todas sus hermanas aquí con nosotros? Entonces…

Sí, todos los aquí presentes conocéis mi historia, a mi familia y si Jesús no pretendía ser profeta en su tierra, menos intención tengo de serlo yo, hoy aquí.

Pero vuelvo a decir que me siento muy agradecido, que a los sitios dónde voy y las personas con las que convivo, siempre llevo con honor y honra, ser de Villoria. Explicar que nuestro pueblo es acogedor, solidario de verdad y lleno de personas valientes.

Sin olvidar que produce buenas cosechas de patatas, que son muchos los obreros que día a día trabajan por ganarse un sueldo digno y que es un pueblo donde desde niños, se nos ha enseñado a vivir con ilusión nuestras fiestas y a unirnos en los momentos de tristeza o de dolor.

Hoy es Domingo de Pascua, día en el que las lecturas que se han proclamado narran las apariciones primeras de Jesús después de la Resurrección. Las lecturas describen su presencia en medio de los discípulos en el cenáculo.

En torno a la mesa, en el momento de compartir la comida y la bebida. Es donde están reunidos los discípulos y allí reconocen a su maestro y a su Señor.

Nosotros celebramos a lo largo de nuestra vida muchos acontecimientos importantes en torno a una mesa, a una comida o a una cena, porque reconocemos que, al compartir la mesa, respetamos y valoramos la dignidad de las personas que se sientan a nuestro lado.

Cuando Jesús se acerca sus discípulos les dice: Paz a vosotros.

Este saludo, esta forma y manera de acercarse al prójimo, refleja que la intención de Dios es buena, es un mensaje de calma, de serenidad y de respeto. Hoy comparto desde aquí la paz:

¡Qué de nuestros labios también se oiga la palabra PAZ y cuando nos sentemos a la mesa para compartir, tengamos el corazón en paz!

¿Cómo se puede llegar a vivir en esta actitud de paz, con los problemas y lo compleja que es la vida?

El primero de los Apóstoles, Pedro, adopta la misma postura de su Maestro en la cruz, desde donde, en medio de sus dolores y sufrimientos, clamaba al Padre y pedía perdón para quienes se burlaban de él y le crucificaban.

Esa actitud de comprensión y benevolencia es, por otra parte, un estímulo y una exigencia para que también nosotros nos esforcemos por comprender y perdonar siempre.

No basta con reconocer las propias culpas, ni siquiera basta con llorarlas, ni tampoco es suficiente decir me arrepiento. Es necesario, imprescindible, convertirse, es decir, cambiar de conducta. Rectificar, en definitiva.

¿Qué difícil es rectificar? Para entenderlo o llegar a ver la necesidad que tenemos de rectificar, necesitamos a los testigos, antes que a los maestros.

Si escuchamos a catequistas o predicadores hablar maravillosamente de Jesús resucitado, o me escucháis aquí, hoy a mí, pero luego vemos que en la vida diaria no somos consecuentes para nada con lo que decimos. El poco testimonio que se pueda transmitir es inválido.

Cuando oímos y decimos: “El mandamiento de Jesús es que nos amemos los unos a los otros como él nos amó”.

De poco valdrá que expliquemos maravillosamente este mandamiento, si después nosotros no lo cumplimos, es decir, si en nuestra vida no somos testigos de lo que decimos.

Hagamos, pues, hoy, nosotros este propósito, como discípulos de Jesús: predicar la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, demostrando en nuestra vida que nosotros somos personas convertidas y cristianamente perdonadoras.

La vida de los cristianos y la vida de todas las personas está llamada a la plenitud y a la felicidad.

Los cristianos vemos en los santos esa plenitud y esa felicidad. El Papa Francisco ha publicado esta semana un texto sobre el camino de la santidad, donde dice:

Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos.

Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así.

Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra.

¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos. ¿Eres padre, abuela o abuelo? Sé santo enseñando con paciencia a los niños a seguir a Jesús. ¿Tienes autoridad? Sé santo luchando por el bien común y renunciando a tus intereses personales.

Estas palabras nos interpelan a todos, para decirnos que desde nuestra condición y responsabilidad intentemos buscar la verdadera felicidad, ayudando a las personas próximas a nosotros. 

Termino dando las gracias de nuevo a Dios por este día y a todos vosotros por la cercanía, la comprensión y el respeto mostrado. Qué Dios siga cuidando de todos nosotros, que cuando caigamos tienda su mano para levantarnos y que traiga bendición para este pueblo y para sus habitantes”.

scjdehonianos
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